Una buena opción para adentrarse en los Montes Aquilianos la constituye el acceso, partiendo del Puente Boeza y pasando por el pueblo de San Lorenzo, por una carretera más bien estrecha, curva y sin arcenes, que discurre en un entorno de viñas y otros cultivos hasta llegar a lo que fue la antigua cabecera del municipio de San Esteban de Valdueza. Al avistar esta población, después de un descenso, se ha de tomar rumbo a la izquierda en el primer cruce señalado y encaminarse hacia el valle del Oza por una carretera no exenta de peligro para los conductores. Pero, antes, es puede visitar el pueblo de San Esteban, que conserva aún casas señoriales típicamente bercianas, con blasones y escudos nobiliarios, así como un magnífico exponente de puente romano que une las dos orillas del río cerca del cementerio, además de una joven playa fluvial acondicionada en la entrada a la localidad.
Pues bien, continuando en ligera ascensión por el lado izquierdo del río, a escasos tres kilómetros nos topamos con Valdefrancos de Valdueza. Ya nos encontraríamos en el Valle del Silencio y esta aldea se dispone a ambos lados del cauce. Posee un singular, llamativo y angosto puente sobre el curso fluvial dotado de un arco de medio punto, de aspecto medieval. Asimismo, de Valdefrancos parte el conocido “Camino de la Arantigua“.
Ya superado este lugar, hay que proseguir hasta San Clemente de Valdueza que, al igual que todos los lugares habitados del entorno, presenta un trazado complicado de calles reducidas y retorcidas. Las viviendas están íntegramente construidas a base de pizarra y destacan los hórreos de madera. Se ha de indicar que, al principio de San Clemente, existe un estrechamiento que obliga a pasar a los vehículos un puente estrecho entre dos edificios “desalineados”.
A continuación y, a unos dos kilómetros aguas arriba, por la carretera en un continuo estado deficiente, se consigue alcanzar la “ferrería” de los monjes. En este conjunto etnográfico se nos muestra, a la derecha, la “casa-habitación” del religioso encargado de la administración y, a la izquierda, lo que queda del “banzadillo” de la fragua, en un estado bastante deteriorado, lo que evidencia un estado de conservación lamentable. Esta herrería de San Juan del Tejo fue erigida por orden del abad Benito Monteagudo, en torno al año 1.730.
Montes de Valdueza.
El medio natural en que se ubica esta aldea es auténticamente idílico. Situada a unos 1.093 m. de altitud semeja escalar por una agreste ladera. Los parajes que rodean el núcleo habitado son impresionantes y de una belleza y perfección fuera de lo común. Las casas fueron levantadas con paredes y techumbres de pizarra y conforman un conjunto de gran armonía respecto al antiguo Monasterio de Montes y los inmediatos parajes montañosos que lo circundan. En sus vertientes se extienden con vigor espesos bosques de castaños y robles que parece como si intentaran invadir las propias calles del pueblo.
Un aspecto relevante es que, si tornamos a la izquierda, al situarnos a la entrada del pueblo, admiraremos una humilde edificación sagrada: la Ermita de Santa Cruz. Se fecha como erigida en 1.723 y en su templo se contemplaban (hoy ya no), como incrustación inseparable del muro exterior, unos apreciables y valorados relieves visigóticos y mozárabes con una serie de inscripciones y con una cruz de procedencia hispano-goda del siglo X de otra ermita precedentemente edificada en el mismo enclave.
Tomando como punto de referencia las puertas del monasterio, si nos servimos de una calle aledaña que discurre por debajo de unas solanas de madera en dirección al cruce del arroyo de Valdecorrales, confluiremos hacia un viejo y ancestral camino de trazado de herradura. Es éste, precisamente, el que veremos empinándose por el lado izquierdo a la conquista del valle del Pico Tuerto. El camino avanza a través del bosque cuesta arriba hasta enfrentarse a un portillón marmóreo que la fuerza de las aguas ha franqueado horadando los farallones de Peña Alba. Alcanzado este paradisíaco lugar encantado, nuestra mirada queda retenida en los numerosos ejemplares de tejos que viven y crecen encaramados a los riscos pedregosos: sin duda se trata de una especie excepcional por estas latitudes y que resiste como reliquia o resto del bosque autóctono que, antiguamente, cubría bastantes espacios en estos montes.
El conjunto arquitectónico de Peñalba de Santiago se enraíza de forma apacible y serena sobre las suaves laderas de esta montaña. Las cubiertas o tejados de pizarra de las casas se equiparan rasantes sobre todo el conjunto monumental del pueblo. Así, de éstas únicamente sobresalen por su tamaño tanto el cimborio como la espadaña de la iglesia mozárabe de Santiago.
La ruta del Campo de las Danzas.
Otra posibilidad abierta para lograr alcanzar los Montes Aquilianos, estableciendo como inicio San Esteban de Valdueza, sería la de la llamada “ruta del Campo de las Danzas”. Si nos gusta actuar con tiempo y detenimiento, en San Esteban descubriremos distintas casonas con su heráldica (la de los Fierro, la de los Balboa, la de los Ron, la de los Perejones,…). Su iglesia parroquial, pese a ser de mampostería, es curiosa: de una sola nave, con una torre rectangular partiendo de sus pies. Se completa lo más notorio con un arco de medio punto junto a la puerta. En su interior alberga una hermosa imagen de la Virgen de Folibar, de estilo gótico del S. XIII.
Después, mediante una carretera en considerable pendiente podemos acercarnos a Villanueva de Valdueza, en donde nos da la bienvenida y nos saluda la ermita del Cristo, que cobija en su seno dos imágenes (una gótica y otra del siglo XVIII). Sin embargo, su iglesia parroquial es románica, levantada sobre las ruinas de otra más antigua, del siglo IX. En la localidad proliferan las fuentes, una de las cuales es de época romana. Hasta hace dos años existía un Museo del Carro, que un coleccionista particular adquirió y que ahora se encuentra ubicado en la “Casa rural Las Médulas“, en el poblado de La Martina, muy cerca de Ponferrada.
Lógicamente hay que continuar el itinerario por la carretera que zigzaguea hasta el Campo de las Danzas, a 11 kilómetros de distancia. Un punto interesante para otear gran parte de El Bierzo. Desde allí, un camino ancho y abierto nos permite continuar hasta el que fue deshabitado pueblo de Ferradillo, en la actualidad parcialmente recuperado. O si lo preferimos, a subir hasta lo alto de la cima de la Aquiana, en donde se alza la ermita del mismo nombre, restaurada en parte hace pocos años y de enorme tradición devocional. El edificio en sí consta de dos naves largas mas angostas, separadas o divididas por un muro, con sus dos respectivos altares en los que se depositaban las dos imágenes de la Virgen que eran traídas en procesión cada primavera desde sus dos sedes (Villanueva de Valdueza y San Pedro de Montes), retornando en otoño con una habitualidad pasmosa.
Hay que armarse de valor para desde la Aquiana sortear las diferentes cumbres en dirección al Morredero. Atrás se dejan entonces el pico de la Aquiana, el del Tesón, el de Berdiaínas y el de la Silla de la Yegua, para por fin alcanzar la meta. Durante este trayecto practicamos una incursión por la cabecera de antiguos circos glaciares, obteniendo una visión panorámica inolvidable. Constantemente estaremos rondando por espacios cercanos a los 2.000 metros de altitud. Ya en el Morredero y, tras un receso merecido, emprenderemos con mayor facilidad el camino de retorno.
Flora y fauna de los Montes Aquilianos:
Las colonias de pechiazul, las bandadas de perdiz pardilla y de chova piquirroja, más los rastros y huellas de lobo en sus desplazamientos por o desde las vertientes de la Cabrera y El Bierzo, caracterizan y diferencian a estas zonas del extremo sur de la hoya berciana.
Las cabeceras montañosas de Montes de Valdueza, Peñalba de Santiago, Bouzas y Compludo todavía abastecen con el caudal de sus manantiales a la ciudad de Ponferrada. Toda la amplitud “aquiliana” viene a suponer un espacio natural de una biodiversidad grandiosa, sobre todo debido a las pendientes y el brusco y acelerado cambio en el gradiente altitudinal. Por ello, en las tierras más recogidas y resguardadas se enseñorea el abedul, la viña y la higuera, además de todo un extraordinario ecosistema asociado al bosque: matorrales, praderas y cultivos originados en la costumbre y usos tradicionales.
MARCELINO B. TABOADA
Nota: Se puede acceder con vehículo hasta el Campo de las Danzas, per la travesía a pie desde allí hasta el Morredero es larga y más aún si hay que regresar por el mismo sendero, opción reservada a personas con experiencia montañera. También es posible dejar otro vehículo en espera en el parking del Morredero, una posibilidad recomendable. De todos modos conviene informarse antes de emprender esta ruta.
Constituye toda el área aquiliana un lugar ideal para sumergirse en una aventura en la que impera el silencio y la afabilidad. Es, sin duda, una gran delicia dedicarse a redescubrir todo aquello que, ha ya bastantes centurias, unos monjes cordobeses realizaron al tener que huir de los musulmanes, encontrando buen acomodo entre estas montañas y parajes, erigiendo monumentos religiosos (monasterios, iglesias y ermitas), colocando bajo su potestad y dominio a todos los lugareños e, incluso, más allá de esta zona.
Para que se dieran las condiciones de silencio necesarias se construyeron ermitas y monasterios aprovechando los materiales del entorno, pizarras y lajas de aspecto más bien tosco. Estos legados monumentales, producto de las habilidades humanas, se elevan cobijados por la presencia imponente de los Montes Aquilianos, desde cuyas cimas señeras se descuelgan con un aspecto de artesa los valles glaciares de la Hoz y del Silencio. Al amparo y surgiendo de estos montes, el río Oza se va apresurando con un ruidoso murmullo en su caminar hacia el río Sil, dejando sus tareas perfectamente hechas: mueve y sirve a norias y molinos y se desliza suave y amablemente, saludando a los milenarios puentes romanos y regando y fructificando con sus aguas las productivas huertas de una parte de El Bierzo Bajo.
Una ruta para experimentados senderistas.
Montes, Peñalba y Aquilianos.
Ya, en el aspecto del montañismo, se ha de constatar que el mirador natural que proporcionan los Montes Aquilianos, con la visión de unos marcados contrastes entre las diversas tonalidades de colores, es ciertamente admirable. Los distintos matices de verde, el amarillo de la floración de las escobas, el granate de las flores de “Petrocoptis” -tan extraordinario- y los colores indefinibles de las rocas son elementos de una relevancia cuasi-artística. Otros motivos etéreos que nos introducen en una atmósfera inconfundible de paz son los trinos de los pájaros, la gran cantidad de especies de coleópteros de vivos y atractivos colores y los aromas de las flores y de lo natural en estado puro.
Por la Senda de los Monjes.
Aunque es sólo una parte de lo que se debe considerar la ruta de los eremitas, el sendero que sale del pueblo de Montes hacia el valle del Silencio, acaba cruzándolo el arroyo del mismo nombre, tras una dura ascensión y su posterior bajada en dirección a Santiago de Peñalba. Cruzado el arroyo, y siguiendo las indicaciones, pronto llegaremos a la cueva de San Genadio, célebre por ser morada de este santo durante un largo periodo de su vida eremita. Su ubicación es un altillo de la llamada Peña Alba, desde el cual hay excelentes vistas. El interior de este habitáculo santo no es muy espacioso. En sus paredes y techumbre se distinguen orificios o pequeñas cavidades y, por una claraboya en la parte superior, en los días soleados se cuelan y penetran los rayos solares, iluminando la estancia e invitándonos al recogimiento.Tras abandonar la cueva, retomando el camino se continúa por el Valle del río Haró. Y dejando al lado un rústico y antiguo cementerio entraremos en el “Conjunto Monumental de Peñalba“. Observamos una fuente, con su respectivo lavadero, en cuyos aledaños crecen sin preocuparse frondosos centenarios castaños y frescos nogales que tuercen sus ramas reverentemente sobre el curso del río.
La aldea de Peñalba guarda sus secretos, entre sus bellas casas de pizarra con galerías de madera bien restauradas y calles empedradas de gusto medieval, escondiendo en su centro la joya de estilo mozárabe más preciado y excelente de El Bierzo: la iglesia de Santiago de Peñalba. Es una auténtica reliquia y vestigio notable del arte hispano-mozárabe. En otro plano, esta iglesia es lo poco que ha permanecido de un conjunto más amplio, pues se sabe de la existencia de un antiguo monasterio, fundado y regido por monásticos cordobeses en el S. X. Al contemplar el templo, se nos muestra una hermosa y original puerta, de doble arco de herradura enmarcado por alfiz que, a su vez, se recuesta encima de tres columnas. Recuerda y trae a la imaginación el pórtico del Monasterio de San Miguel de Escalada. En el interior del templo, la sensación es de incredulidad por la sencillez extremada de lo que se contiene, lo que resalta aún más la belleza estructural de la iglesia, que ha resistido los más de mil años de historia de los que puede presumir, en un ambiente de rigor. Rarezas botánicas del Valle del Silencio.
Lo más destacable en este valle, a nivel edáfico, es la alternancia de suelos de sustrato rico o pobre en bases (lo que determina su pH). Otro elemento determinante es la diferencia apreciable de altitud en unas distancias cortas. Estos caracteres de variabilidad y otros, conjugados adecuadamente, son los que ha posibilitado la presencia de un conjunto de comunidades vegetales de una excepcional diversidad. Aparte de reliquias, en otros tiempos más abundantes, como los ejemplares de encina, que aparecen como suspendidas de los crestones calizos, hay también especies vegetales de clima atlántico, como exponentes de supervivencia y aguante a la climatología actual, eminente y claramente de predominancia mediterránea. Éste es el caso de la “Debra cantabricae subsp. izcoi” y otros más endemismos bercianos: “Leontondon farinosus”, “Campanula arbática subsp. adsurgens”. Podemos descubrir, asimismo, como objeto de mirada atenta, zonas de roble melojo, de castaño o de bosque denominado “ripario”, formado prioritariamente por chopos, alisos y fresnos.
MARCELINO B. TABOADA
(1). Montes Aquilianos y Montes de León. http://www.ponferradasostenible.org/infamb-nueent-nat.asp
Los Montes Aquilianos, a pesar de estar seccionados conforme a una serie de fallas y flexiones datadas posteriormente al Mioceno medio, y como mordidos con saña mediante un vigoroso modelado de dirección provocado por el río Sil, conservan viejos frentes erosivos en los interfluvios. De este modo, en algunos casos estas áreas están cubiertas, como en la superficie de Brañuelas, por sedimentos del terciario de la era vindoboniense. Por ello se pueden observar paleorrelieves en la vertiente sur que están comprendidos entre los 1.950 m. y los 1.800 m. de altitud, siendo los exponentes más señeros el Chano (1.800m.) y el Chao de Encima (1.940 m.) en las cercanías del valle del Caprada. En la parte septentrional aparece una amplia zona que se dispone entre los 1.600 m. y los 1.400 m. de altura. Superando estas cotas destacan en los puntos culminantes diversos “nonadnocks”, ejemplificados en el Alto de las Berdiaínas (2.112 m.) o en la Sierra de la Yegua (2.135 m.).
Las zonas superficiales reseñadas tienen un gran y esencial valor geomorfológico, pese a que en su génesis inicial han de contemplarse unidos tanto los fenómenos de arrasamiento como las propiedades condicionantes estructurales previas.
Los Montes Aquilianos, situados o acotados por el río Sil y sus afluentes por el lado Norte y el río Cabrera por el Sur, fruto de la subdivisión y reparto de las aguas y de los dos niveles de partida, muestran un proceso de progresión de su configuración de disección muy notorio. Ahí están las diferencias significativas, en la zona meridional, entre la línea imaginaria de máxima elevación y el nivel mínimo de base que se mueve entre cotas superando los 2.000 m. hasta los 700-900 m. en el valle del Cabrera, y ello en un margen pequeño de unos 7 kms. de recorrido. Sin embargo, en el área orientada al septentrión el nivel de profundidad de base se halla a sólo 400 m., en el río Sil, salvándose este apreciable desnivel en una travesía que no sobrepasa los 17 kms. Estamos, pues, en presencia de dos tipos de laderas que ofrecen en común agrestes y angostos valles por doquier, como producto de una profunda incisión o tajo debido a la red hidrográfica, aunque más tarde ambas cabeceras principales serían trabajadas y remodeladas por los hielos.
El glaciarismo en el pleistoceno.
Como consecuencia del preexistente relieve preglaciar y de las limitaciones paleoclimáticas, se significa una clara disimetría climática O-E y N-S, extendiéndose una capa espesa de hielo por ambas vertientes, meridional y septentrional, si bien con unas características diferenciales importantes entre los dos casos. De este modo, en la parte meridional las cabeceras y origen de los arroyos manifiestan huellas y vestigios glaciares de poco calado (nichos, neveros…), -con la honrosa salvedad del glaciar del Caprada-, resultando que las formas de excavación y los depósitos acumulados no llegan con mucho al calibre propio de los del lado septentrional, cuyos circos y valles en perfil de artesa alcanzan un buen grado de desarrollo.
El casquete duradero de hielo que cubría los Montes Aquilianos era de una cierta magnitud, con unas dimensiones de longitud de Este a Oeste de unos ocho kilómetros, con distintas prolongaciones aisladas hacia el Oeste, ejemplo de lo cual es el circo glaciar de la Aquiana (1.848 m.). Los detalles diferenciales entre las dos vertientes, posibilitó que la morfología glaciar sea de un reparto disímil y de un desarrollo y progreso distintos, así como de un variable grado de conservación entre ellas. Los glaciares del lado norteño, en general, disponen de un mayor tamaño y alcance, carecen de depósitos de tipo morrénico, al ser arrastrados y barridos total o parcialmente por la intensidad y el ímpetu de precipitaciones y corrientes más acusadas; al contrario, en la parte sureña, a causa de su mayor exposición a agentes ambientales, los restos de la actividad glaciar son menores o de poca entidad: algunos escasos neveros y lentejones de hielo en los cuales no se atisban signos de arrastres morrénicos.
En relación a su tamaño y relevancia morfológica, se pueden citar los siguientes aparatos glaciares: glaciar del Caprada, glaciar de la Cruz Mayor, glaciar del Morredero, glaciar de la Yegua, glaciar de Frigueras, glaciar del Silencio, glaciar del Nevero, glaciar de Pico Tuerto, y glaciar de la Aquiana, más otros aparatos secundarios.
Figuras de protección medioambiental.
“Red Natura 2000” es una red de distinción de áreas naturales y ecológicas de gran o transcendental valor naturalístico a nivel de la Unión Europea (U.E.). La protección de sus riquezas medioambientales quedó establecida a partir de la Directiva 92/43/CEE, que versa sobre la conservación de los hábitats naturales y de la fauna y flora silvestres. Se conoce comúnmente como “Directiva hábitat” de 1.992. En virtud y al amparo de ella se incluyen zonas catalogadas conforme a la Directiva 79/409/CEE que regula la protección de las aves silvestres (“Directiva de Aves”, de 1.979). La red de espacios naturales tiene como objeto garantizar la supervivencia a largo término de todas las especies y hábitats europeos más valiosos y amenazados.
A esta red se vincula precisamente la “Zona de Especial Protección” (Z.E.P.A.) de los Montes Aquilianos, que constituye una de las 70 zonas designadas en Castilla y León para este nivel de protección, por lo que se inserta en el inventario de áreas de especial importancia para las aves (IBA-010). Aunque, entre su extraordinario patrimonio natural, no sólo se hallan las aves a las que alberga, sino también diversos hábitats específicos de interés comunitario y que ocupan casi un 60% de su territorio, además de numerosas plantas. En total, la diversidad vegetal o botánica está integrada por más de un millar de especies, entre ellas más de 20 protegidas y otras muchas más, que aún siendo habituales y frecuentes en este área concreta, son endémicas en un área reducida o restringida y no son capaces de vivir en otros entornos ambientales diferentes.
Los hábitats contemplados en la Directiva 92/43 en los Montes Aquilianos presentan como rasgos a resaltar: la degradación continuada y progresiva de los hábitats naturales y los riesgos, peligros y amenazas, que se ciernen sobre determinadas especies singularmente. La política de medio ambiente de la Unión Europea está orientada hacia la defensa primordial de ecosistemas sensibles y de especies animales o vegetales en clara regresión o en peligro de extinción. Ésta es la única justificación de la “Directiva hábitat”, que aspira a contribuir de forma concluyente al mantenimiento de la riqueza natural (biodiversidad) en todos los estados miembros, definiendo un mínimo o marco-base común para luchar por la conservación de la fauna y flora silvestres y de los hábitats diversos de interés comunitario. Por ello, mediante la menciona directiva, se crea una red ecológica europea de incalculable valor ecológico denominada “Red Natura 2000”.
MARCELINO B. TABOADA